Los infantes son el regalo más preciado que podéis tener los humanos. Son un Regalo Divino llegado a vuestras vidas... Y no lo veis. No los veis. El Amor más grande, más puro y sincero es el de vuestros niños, el de vuestros hijos, nacidos y no nacidos; porque todos, sin excepción, vienen a aportaros algo, a enseñaros algo, a ayudaros a evolucionar de alguna manera. Todos ellos traen inmensos regalos bajo sus brazos pero no seréis capaces de ver si no dejáis de verlos como seres inferiores a vosotros, los adultos, los cuales "siempre tenéis la verdad absoluta". ¿Os preocupáis en escucharlos con calma, paz, sosiego y atención plena? ¿Les preguntáis lo que quieren de verdad, lo que siente su corazón, lo que necesitan? O, ¿estáis los adultos tan atareados que ni siquiera habláis con ellos porque tenéis mucho trabajo, miedos y excusas para hacerlo? Hacedlo, os sorprenderán. Gratamente, además. Dejad que os sorprendan con toda esa Sabiduría innata que tienen, con toda esa pureza de Alma. No queráis convertirlos en vosotros, en lo que vosotros sois o queréis; dejad que sean ellos... Pues tienen tanto que aportaros, tienen tanto que enseñaros. Ellos son la Nueva Energía, ellos son portadores de altos códigos de Luz, altas frecuencias lumínicas que vienen a cambiar el mundo, a cambiaros a vosotros. Pero si los silenciáis, los anuláis, no les prestáis atención, no les dejáis la libertad de ser quienes son... Los estáis apagando, los estáis fusionando con vosotros, con lo que vosotros sois. Pero ellos NO HAN VENIDO A SER VOSOTROS NI A HACER LO QUE VOSOTROS. Ellos han venido a ser ellos, ÚNICOS E IRREPETIBLES. Ellos han venido a aportar su esencia. Ellos han venido a desarrollar y llevar a cabo un Gran propósito. Como todos y cada uno de vosotros, los adultos también. Pero para poder hacerlo hay que atreverse a Ser, hay que vivir sin miedo y hay que ver la vida con Amor. Y, en esto, los que son expertos son los niños. Mientras no sufran de las consecuencias de todas aquellas heridas no sanadas y no atendidas de los adultos, de sus padres, cuidadores... que proyectan una y otra vez sobre ellos atándolos a un pasado que ni siquiera les corresponde. Dejad que sean libres. Dejad que elijan. Dadles el respeto que se merecen y, que tal vez, no os dieron a vosotros. Preguntadles qué quieren. Y, bajo vuestra guía y respeto hacia lo que ellos sienten, tomad las decisiones oportunas. Pero no los dejéis a un lado creyendo que sois los únicos que tenéis derecho a decidir sobre ellos porque ellos no tienen capacidad de decisión. Y si no, probad a hablarles con calma y desde el corazón y veréis, con sorpresa, la riqueza de sus respuestas. No dejéis que queden relegados a lo que dicten los demás, a lo que dicte la sociedad, los gobiernos... y centraros en ellos, de verdad. Centraros en qué quieren ellos. Y, desde allí y con vuestro apoyo, decidir. Cuidar lo más grande que tenéis que son ellos.